Dios te salpico con dulzura en las mejillas, la espalda, los hombros, marco un camino que no me atrevo a recorrer sin tu compañía, sin tus risas mientras platico con tu piel y me aferro a tus caderas, te llenaste de luz en la primera noche que no dormimos, volando entre los callejones que forman las sabanas, entre las puertas que hay tras cada almohada.
A-Morez
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